¿Qué es el trastorno alimentario?

La ingesta de alimentos es una necesidad fisiológica. Ingerimos principalmente por dos motivos: para componer y mantener vivos nuestros propios órganos y con el fin de obtener energía para que nuestros  músculos se muevan y mantener así, la temperatura de nuestro cuerpo.

Existe el trastorno alimentario asociado a esta necesidad vital, entre ellas la obesidad, la anorexia y la bulimia, y que, por desgracia cada día son más las personas que padecen alguno de estos, sobre todo los dos últimos, y mayormente entre mujeres en plena edad de pubertad. No se sabe por qué, pero existen influencias psicosociales que hacen que las jóvenes caigan en sus redes.

Consecuencias de un trastorno alimentario

A continuación la historia de una joven que  sufrió en sus carnes las consecuencias de un transtorno alimenticio, el infierno que vivió y cómo consiguió salir de esa espiral destructiva.

Todo empezó el año de cambio de etapa educativo, pasábamos de los estudios primarios a bachiller, y eso suponía cambio de colegio, contacto con nueva gente y el miedo a no saber cómo iba a encajar. Dio la casualidad que todas sus amistades más cercanas iban a otro instituto y eso  le generaba cierto nerviosismo, de por sí ya era una persona muy tímida y retraída.

Comienzo del curso y bueno, la experiencia no fue tan mal, hizo nuevas amistades, los estudios le iban bien, pero un día su cerebro hizo un cambio de chip. Se le metió en la cabeza que tenía que ser perfecta y para ello, sólo le faltaba ser popular: buenas notas, buena persona, no tenía ningún conflicto con nadie y encima “popular”. Su cabeza le decía que para ser popular tenía que adelgazar, que ahora estaba regordeta y por eso no era el centro de atención, además, las chicas de la tele se lo confirmaban, todas delgadas, estupendas y todos babeando por ellas. Pues nada, se puso manos a la obra.

“Día 1, me pongo mis mallas, mis zapatillas, mi niki y a correr. Como no estoy acostumbrada, no aguanto mucho, pero ya iré mejorando, para comer, algo ligero y a seguir con el plan  renove”

Obsesión:

Pasaron las semanas y aunque sí que había bajado de peso, o, más que de peso, de volumen, su cabeza le decía que esto no era suficiente, que todavía estaba “gorda”, y su dieta empezó a ser más rigurosa, pero eso sí, realizaba ejercicio de forma compulsiva. Y a partir de aquí, lo que iba a ser adelgazar un par de kilos, se convirtió en obsesión y comenzó el camino a su perdición. Vivía por y para la comida, se convirtió en una calculadora de calorías, y como no podía ser de otra forma, si ingería 200 kcal, tenía la obligación de quemar ¡500 kcal! El objetivo no era mantenerse, el objetivo era quitar esos kilos que le sobraban, y día tras día, ella veía que le sobraban más kilos. Intentaba “comer” sola, buscando mil escusas para no coincidir con nadie, y cuando coincidía, comía sumamente despacio, realizaba rituales extraños (cortar los alimentos en trozos muy pequeños, colocar la comida de determinado modo, masticar un número de veces, beber agua después de cada bocado, etc…), acumulaba comida que luego no iba a comer y un largo etcétera. Poco a poco empezó a desencadenarse el transtorno alimenticio.

Cambio de carácter:

Su carácter cambio de forma radical, se volvió inestable, arisca, estaba irascible, ya no salía con sus amigas, porque primero, tenía que hacer deporte, segundo, si quedaba con ellas, seguro que le hacían comer algo y no podía ser, su día estaba programado para ingerir en las horas claves para que después lo pudiese quemar. Además, tenía que estudiar, porque como se había propuesto ser la líder, la chica 10, también tenía que ser la primera en el instituto.

Se había metido en una espiral de la obsesión, el perfeccionismo y la autodestrucción

Su familia estaba muy preocupada, su hija ya no era la misma, veían que se había convertido en un saco de huesos, tenía un color muy pálido, casi gélido, todo el día parecía enfadada con el mundo y cualquier cosa que se le comentaba le sentaba mal, se volvió mentirosa, pensaba que el cosmos se había posicionado en su contra y que sentían envidia porque estaba consiguiendo ser la “más” en todo; también la que más pena daba, aunque de esto último ella no era consciente.

Sus padres ya no podían permitir que esta situación fuera a más, sabían que su hija sufría un trastorno alimenticio pero eran incapaces de hacérselo ver, por lo que pidieron cita con el especialista en psiquiatría. Ella les decía que estaban locos, que ella estaba bien, que para que se quedasen tranquilos y le dejaran en paz, iría al médico, pero que ya se darían cuenta que estaban obsesionados con ella.

Llegó el día de la consulta. En la sala de espera había más chicas con su mismo problema y lo curioso es que en las demás, ella veía esa enfermedad, sentía pena y compasión por ellas, sin ser consciente de que estaba en una situación parecida.

Entró en la consulta y, médico y paciente comenzaron la charla: ¿Por qué estás aquí? ¿Qué tal te ves? ¿Qué tal te encuentras?, etc. y sus respuestas muy explícitas y seguras:

“estoy bien y vengo para que mis padres se convenzan de lo mismo”.

El médico siguió con sus pautas para el diagnóstico: talla, peso y con esas variables sacó el índice de masa corporal. Le explico que el índice de masa corporal era fórmula que le permitía determinar si el peso de la persona era saludable, que una mujer sana estaba entre 18 y 25. Menos de 18 se consideraba delgadez y más de 25, sobrepeso. Le comentó que ella estaba en 15, que eso significaba delgadez extrema, que qué opinaba, si seguía pensando que estaba sana y si realmente se veía bien.

que es el trastorno alimentario

Esto le impresionó y ya cuando le dijo que se pusiera en ropa interior y se viera en el espejo, algo en su adentro se removió.

¡Por dios! ¿Qué me está pasando!”.

Aquí es cuando su madre se derrumbó y se echó a llorar, no podía creer que esto le estuviese pasando a su hija. El especialista la calmó y le convenció de que tenía que estar fuerte para que entre todos ayudáramos a su hija a salir de ese pozo negro.

El especialista les explico que la anorexia era un trastorno alimentario grave. Que cuando la enfermedad estaba avanzada, las chicas sufrían pérdida de cabello, se les rompían las uñas, perdían la menstruación, tenían posibilidades de sufrir osteoporosis así como problemas cardíacos (su corazón también adelgaza y se produce insuficiencia cardíaca: es tremendo, pero es real). Terminada la consulta, se pusieron deberes y cada 15 días quedaron en verse para ver la evolución.

Parece que esta visita al médico, sus explicaciones y ver a su madre de esa guisa, le ayudó a abrir los ojos, a reconocer que tenía un problema y que tenía que poner todo de su parte para curarse y ser la que era, pero… nadie dijo que esto iba a ser fácil, ni rápido.

Ya en casa, ella pidió perdón a su familia y les prometió que se iba a curar, pero cada día era una batalla contra ella misma. Por un lado, tenía el “yo sensato” que le decía que tenía que curarse, que ella era fuerte, que poco a poco tenía que coger buenos hábitos, que no se trataba de engordar y engordar, que el objetivo era curarse mediante una dieta equilibrada y ejercicio moderado; y por otro lado tenía el “yo demonio, obsesivo” que le decía que si comía “normal” se iba a poner como una vaca, que todo el mundo se reiría de ella.

Estaba viviendo un infierno, con sentimientos encontrados:

“quiero curarme, ser feliz y que mis padres vuelvan a ser felices, están perdiendo la salud por mi culpa; pero, no puedo con tanta caloría descontrolada”.

Ahora todas las comidas las hacía acompañada de alguien, y bueno, poco a poco comenzó a ingerir alimentos, pero en el momento en el que se encontraba saciada, venían los sentimientos de culpa, el “yo obsesivo” salía de su cueva y esto le llevó a que se provocara el vómito. El cuento del trastorno alimentario había cambiado, pero no a mejor, ahora comía, estaba tranquila en la mesa y disfrutaba de esos momentos de comida; de hecho, ahora pasó al otro extremo y en ocasiones comía compulsivamente; total, ya sabía que no iba a engordar, porque tan pronto acabase la ingesta, se iba a “purgar” induciéndose el vómito.

Negación de lo que ocurre

Seguía teniendo la misma preocupación por el peso, pero ahora disfrutaba con la comida, hasta que un día su madre mosqueada de por qué iba tanto al baño, se dio cuenta de lo que estaba pasando. En la siguiente consulta no dudo en comentárselo al médico. Parece que no se extraño mucho, debía de ser algo habitual que estos dos trastornos se dieran de forma combinada.

Ella lo negaba todo, decía que su madre quería hacerle la vida imposible inventándose cosas, que le pesase y comprobase si eso era cierto. Ante esto, el médico les comentó que entre las bulímicas era normal que se mantuviese un peso “normal”, pero que había una forma de comprobarlo, y era mediante una analítica, comprobando los niveles de potasio. Ante este trastorno alimentario, y para que se diera cuenta que esto no era un juego, que su propia vida corría peligro, le explicó que niveles bajos de potasio podrían provocarle calambres musculares, fatiga y hasta infarto de miocardio. Le preguntó qué quería estudiar y ella le dijo que arquitecto, con esto, el médico le explicó que si no salía de esta espiral nunca iba a conseguir su objetivo, ya que las neuronas están interconectadas entre ellas, y que el vómito destruía esta interconexión. Que valorase todo esto y concluyese si merecía la pena.

Nuevo jarro de agua fría. Se paso toda la noche llorando junto a su familia, sollozaba e intentaba buscar respuestas a cómo había llegado a ese punto, y pidió a su familia que por favor le ayudasen a salir, que ella quería vivir, pero que no se encontraba con fuerzas.

Han pasado ya varios años y hoy ya se puede decir que “está curada”, es feliz con su vida, con su físico y con todo lo que le rodea en general. No ha sido un camino fácil, sufrió varias recaídas, estuvo varios meses ingresada, y un largo etcétera, pero lo estaba intentando y era seguro que lo iba a conseguir. Todo esfuerzo y sufrimiento a merecido la pena, ahora es plenamente consciente de lo que sufrió, de las consecuencias que ha tenido debido al trastorno alimentario pero que podría haber sido peor; y si alguna vez tiene algún pensamiento “oscuro” relacionado, no duda en ponerse en contacto con aquel hombre que ella considera su “Dios” y que le ayudó a ver la luz.

CONCLUSIÓN

La anorexia y la bulimia son trastornos de la conducta alimentaria que llegados al extremo pueden conducir a la muerte. Por desgracia, en la sociedad actual cada vez son más las personas, sobre todo adolescentes, que padecen estas enfermedades, y que sin control voluntario del cerebro, llegan a la delgadez extrema e ilimitada, ya que para la persona afectada nunca se llega al peso ideal; tenemos que tener en cuenta que estamos tratando con gente con una auto imagen distorsionada.

A todas las personas les diría que se quieran, no se auto destruyan, que no existe el ideal de belleza, si no que está dentro de cada uno.

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