rendirseRíndete, deja ya de luchar, porque la vida, pese a lo que te han contado no es una lucha, no es un combate, no eres tú contra las circunstancias sino tú más fuerte con las circunstancias.

En realidad no existe nada fuera de ti, ni siquiera la lucha, y es contigo mismo con quien batallas a diario por el simple hecho de no rendirte a lo que ES a lo que ERES.

Es momento de trascender al ego, ese que se agranda cuando alguien, cuando tú mismo, te dices: ¡Es que soy un luchador!

Deja de apretar mandíbulas y sacar pecho ante la adversidad, a cambio, sonríe, sonríe y grita bien alto: ¡Abandono!

Abandona, abandónate a tus emociones, al amor y al desamor, al encuentro y a la pérdida sin ofrecer resistencia.

Sé como el bambú, inquebrantable porque no se resiste a los envites del viento sino que baila con él.

Es tu mente la que te sopla fuerte al oído, ¡Resiste, no abandones, es por aquí, sigue, esto no debería ser así, tienes que, tienen que….!

El aire es el elemento al que corresponden tus pensamientos, pero recuerda que tú no eres el viento, eres el bambú, y en tu flexibilidad, en tu aceptación de lo que es, reside tu inquebrantabilidad.

No trates de retener esos vientos, pues quien alimenta vientos recoge tempestades, déjalos que pasen a través de ti, sin juicio, sin expectativa y más temprano que tarde vendrá la calma.

A lo que te resistes persiste, nunca lo olvides

Tampoco luches con los vientos ajenos, porque no son tuyos, no son tuyas las expectativas de los demás, no son tuyas sus resistencias, sólo déjalas pasar, con aceptación, desde el amor…

Tampoco la lluvia debe asustarte, pequeño brote, porque te hará crecer, sólo tienes que esperar a que salga el sol.

Son nuestras emociones el elemento agua de nuestro sistema, no las reprimas, no luches, no las contengas, sólo deja que te rieguen.

No las niegues porque ya deberías saber que emoción expresada, emoción superada.

Si contienes el agua te llevará al desbordamiento, si la estancas pudrirás tus raíces que son las que te anclan a la maravillosa experiencia de ser tú, aquí, ahora y siempre.

Que tu fuego interno, que es la llamada a la acción, no sea un grito de guerra incendiario, sino que sirva de purificación de creencias caducas, de hábitos marchitos, de resistencias que te impiden crecer.

Porque no se trata de llegar más lejos sino de llegar más alto, de ascender y trascender, sin lucha pero con pasión.

Que lo material, que la tierra que te forma, sirva sólo para nutrir tus raíces y no para sepultar lo que eres.

Que el mundo de la materia sólo es eso y existe para que te sirvas de ella y no para ser su siervo.

Que descansen en ella las semillas de todo aquello que un día fructificará en ti, cuando llegue el momento.

Eres tierra fecunda, confía en tus propios procesos y no pretendas, mediante tus resistencias y expectativas, dar los frutos que no viniste a dar o darlos antes de tiempo.

Sólo siembra y permite que el tiempo y tu intuición te digan cuando has de recoger tu cosecha.

Pero eres mucho más que todo eso, en el todo del que formas parte existe un quinto elemento, la quinta esencia, el alma de todo, tu alma, tu esencia.

El éter…

Ese al que definen de la siguiente manera:

Fluido sutil, invisible, imponderable y elástico que, según cierta hipótesis antigua y caduca, llena todo el espacio, y, por su movimiento vibratorio, transmite la luz y otras formas de energía.

Así si me preguntas qué es el éter solo puedo parafrasear al poeta y contestarte

Y ¿tú me lo preguntas? El éter eres TÚ

Esa potencialidad que habita en ti y te define, esa vibración única que eres tú y que solo es posible alcanzar cuando mantenemos nuestra elasticidad, cuando no permitimos que nuestro espacio lo llenen resistencias y expectativas.

Porque entonces somos luz, somos faros, somos lo que somos porque hemos conseguido aceptar que LO QUE ES, ES.

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