viaje al utero materno

Independientemente del trauma de la separación original, de las memorias de dolor de otras vidas, el primer trauma potente que experimentamos en nuestra actual vida es sin duda el nacimiento.

Entender cómo fue nuestro proceso, es iluminar las zonas de sombra que se crearon entonces y que vamos arrastrando todo el camino en forma de limitaciones, sin ser conscientes de ello, y por tanto sin poder solucionarlo.

Viaje al útero materno

Te propongo un viaje, un viaje al útero materno… si tienes la suerte de poder contar con tu madre, te aconsejo que lo hagas con ella.

Si no, tendrás que tirar de memorias, de todo aquello que alguna vez te contaron sobre tu nacimiento, teniendo siempre claro, sin juicio, el mundo emocional de cada uno de los participantes.

Tienes que meterte en su piel… Vete al momento de tu concepción.

¿Fue un acto de amor? ¿Un acto consentido? ¿Un “error”? ¿Cómo recibieron la noticia de tu llegada? ¿Se plantearon interrumpir el embarazo? ¿Papá huyó? ¿Cómo era la relación entre ellos? ¿Te concibieron para salvar su matrimonio? ¿Para curar a un hermano enfermo? ¿Para darle el gusto a uno de ellos? ¿Para convertirte en heredero? ¿Por qué tocaba?

Resulta evidente que independientemente de los motivos de tu esencia para venir a este mundo, los motivos de los que te dieron la oportunidad de hacerlo posible fueron suyos, y de una forma totalmente inconsciente los proyectaron sobre ti.

Durante el embarazo, el mundo emocional de ambos progenitores, a través del vínculo con la madre, están totalmente presentes en el futuro bebé. Sus expectativas se convertirán de forma soterrada en lo que se espera de ti (y de alguna manera se irán haciendo patentes durante tu crecimiento).

Si de alguna forma tu concepción te otorgaba el rol de “salvador” (de matrimonio, de hermano, de vacío existencial…) llevarás esa losa en el inconsciente, esa será una de tus heridas, la necesidad de salvar y la frustración de no conseguirlo (porque nadie puede salvar a nadie)

Si tu concepción fue recibida como un acto no deseado, inoportuno o forzado, te resultará complicado sentirte merecedor de la vida, por lo que difícilmente llegará a ti lo que inconscientemente te inocularon como que no merecías.

Si tu sexo fue contrario al anhelo de tus padres, es probable que encuentres dificultades para sentirte cómodo en él.

Y así podríamos pegarnos días… Este ejercicio no es para buscar la culpa de tus limitaciones actuales sino para encender una luz que te libere a ti y a tus progenitores de los programas que se crearon.

Sigue investigando el embarazo de tu madre, ¿cómo lo vivenció? ¿Cuáles fueron sus miedos, sus expectativas, su relación consigo misma durante el proceso, con su pareja…?

Ahora vuelve a ti mismo, a ti misma, dentro del vientre de mamá, con ese sonido hipnótico de sus latidos, con esa agradable temperatura. ¿Había alguien más contigo? ¿Tuviste que aprender ya en el vientre a luchar por tu territorio, por los recursos disponibles? ¿Estaba a tu lado uno de las mayores maestros que tendrás en la vida, tu gemelo?.

Si es así, es el momento de empezar la parte activa del ejercicio, no importa el grado de complicación que hoy día tenga la relación con tu compañero de útero, sánala desde allí, dales amor a ambos, entiende la valentía de vuestras almas que decidieron empezar el aprendizaje antes que el resto, ya fueras el “ganador” o el “perdedor” en la lucha por el espacio y los nutrientes, perdónate, perdona a tu hermano, lo hicisteis lo mejor que supisteis…

Siente ahora como ese lugar se va haciendo cada vez menos confortable a menudo que creces, como pierdes movilidad… Como los miedos de tu madre y sus ganas de “expulsarte” se van haciendo patentes, dale amor, date amor.

Y llegó el gran día, y llegó el gran trauma… donde serás, una vez más, expulsado del edén, separado de la madre cuando aún no tienes consciencia de tu propio ser individual, quizá extraído mediante una cesárea, de forma abrupta, sin un canal de parto que haga de puente entre las dos realidades, quizá extraído con unos fórceps, o succionado con ventosas… quizá acelerado por un coctel de hormonas que llevó a tu madre a parirte entre “terribles sufrimientos”…

Recrea ese momento y date seguridad, y mucho amor, y el entendimiento de que la separación es ilusoria, como lo era la fusión, que todo está bien, que todo estará bien…

Quizá llegarás antes de que tu cuerpo estuviera preparado para ello, o algo se complicó y acabaste en una urna acristalada, lleno de cables, de bombillas, lejos de cualquier ámbito conocido, de la voz de mamá, de su corazón, de su olor…

Date amor, dile a ese bebé que tú ya estabas allí, que no estaba solo, que nunca estará solo, porque siempre estarás con él.

La herida primigenia de la separación, es en los bebés que pasaron largo tiempo en la incubadora, más profunda si cabe, creando adultos con problemas de apego, con problemas de arraigo, con miedos, con la sensación de necesitar ayuda externa para sobrevivir.

Pero también adultos resilientes, porque esa experiencia temprana les hizo supervivientes.

Honra a ese bebe que fuiste y sanarás al adulto que eres, y cada vez que tengas miedo, cada vez que pienses que no tienes los recursos suficientes para salir adelante, dite con todo el amor del mundo.

¡Yo sobreviví a la incubadora!

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