psicogenealogiaNo sé si conoceréis el dicho popular: “Igualito, igualito, que su difunto abuelito…”

La Psicogenealogía es ni más ni menos que eso, el estudio de la carga emocional y conductual que arrastramos de nuestros ancestros en el inconsciente familiar y que nos predisponen a repetir comportamientos (generalmente nocivos) que duermen visibles u ocultos en nuestro árbol familiar.

Constelaciones familiares, biodescodificación, limpieza del proyecto sentido, son algunas de las terapias que podemos utilizar para liberarnos de esas cargas que no nos corresponden y que evitará además que las traspasemos a las siguientes generaciones.

Pero todos sabemos que el mejor tratamiento es una buena prevención, por ello, resulta de gran utilidad que la futura madre asuma, ante la llegada de un nuevo miembro al clan familiar.

Decálogo que dará a su descendiente la libertad de ser él mismo.

1.- He parido un hijo que no es mío. Lo entrego al mundo.

2.- Este hijo no ha venido a cumplir mi proyecto, ni los proyectos de mi árbol genealógico, sino el suyo propio.

3.- No lo bautizo con ningún nombre ya presente en el árbol, ni con nombres que le impriman un destino.

4.- Se lo doy todo, lo crío con afecto, sin dejar de ser yo misma, sin adicción al sacrificio, sino con responsabilidad y desde la libertad.

5.- Le ofrezco herramientas que ayuden a construir el edificio de su propia vida, pero acepto que tome libremente las que él juzgue adecuadas y rechace las inadecuadas para él.

Me doy cuenta que la mejor manera de enseñar a un hijo no es con mítines, ni con límites, sino con el ejemplo.

6.- Acepto que deje de llamarme “mamá” cuando él lo decida, para pasar a llamarme por mi propio nombre, porque así rompe lazos de dependencia y la relación entre ambos se equilibra.

7.- Le permito y facilito que tenga un espacio privado e íntimo en la casa que sienta como su propio territorio.

8.- En cuanto a la elección de sus amistades, de su carrera, de sus actividades de ocio, etc., le escucho, le doy mi parecer, pero no selecciono nada por él, ni le prohíbo ni lo obligo.

9.- Dejo que mi hijo cometa errores, que se caiga, que no sea perfecto. Comprendo que cada fracaso es un cambio de camino y con ellos se crece cada día; si lo protejo demasiado lo bonsaitizo, nunca será adulto.

10.- Jamás definiré a mi hijo (“es tranquilo”, “eres nervioso”, “es tímido”…), porque entiendo que los niños se forman su autoconcepto a partir de lo que sus padres dicen de él.

Le transmito que dentro de él están todas las posibilidades del ser, lo es todo en potencia.

Sabemos que no es fácil, que existen infinidad de “decálogos ocultos” que nos dicen cómo ser una buena madre, y que desde luego no se corresponden con el aquí expuesto, que no tenemos modelos en los que fijarnos sino todo lo contrario…

No, no es fácil, ni la sociedad nos lo va a poner fácil, pero la recompensa merece el esfuerzo.

Criar a nuestros hijos desde este paradigma nos permite enfrentarnos a los transgeneracionales que operan dentro de nosotras mismas que se hacen visibles en forma de resistencias para llevar a cabo el decálogo citado.

Una maravillosa oportunidad de crecimiento, desde el respeto, desde el amor a los que ya no están y no supieron hacerlo mejor, de la mano de esa personita nueva, a la que le allanamos el camino de ser su propio SER.

El árbol está vivo dentro de mí. Yo soy el árbol. Yo soy toda mi familia.

Nadie tiene problemas individuales porque toda la familia está siempre en juego.

El inconsciente familiar existe.

Desde el mismo momento en que alguien toma conciencia de algo, hace que todos los suyos también la tomen.

Ese alguien es la luz. Si uno hace su trabajo, todo el árbol se purifica.

 Alejandro Jodorowski

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