Estas son algunas de las verdades que el Maestro Linji creador de una escuela de Budismo Zen intentaba hacer comprender a sus alumnos y están escritos en un libro llamado La Esencia del Zen de Editorial Kairos.

Hemos sacado un pequeño resumen porque a pesar de que este maestro se cree que nació en el año 866 a de C estas enseñanzas han estado, están y estarán vigentes porque la verdad no cambia y siempre pueden aportar luz a nuestra vida.

1- La percepción y la comprensión verdaderas

Quienes estudian el Budismo deberían buscar la percepción y la comprensión verdaderas del momento presente.

Cuando consigas alcanzar la percepción y comprensión puras, el nacimiento y la muerte dejarán de inquietarte, serás libre de partir o de quedarte y no necesitarás buscar milagros porque éstos vendrán solos.

2- La confianza en uno mismo

No permitas que los demás te confundan y, cuando debas actuar, hazlo sin el menor titubeo ni duda.

Hoy en día la gente es incapaz de comportarse de ese modo por falta de confianza en sí misma.

Si careces de confianza en ti mismo te aferrarás a las cosas externas, quedarás a merced de los objetos y perderás tu libertad.

3- El Buda interior

En el mundo no hay nada estable. Es como una casa en llamas donde no es posible el reposo.

El cruel demonio de la impermanencia se presenta sin previo aviso y no distingue entre clases altas o bajas, entre ancianos o jóvenes.

Si quieres ser como los budas y los maestros Zen, deja de buscar fuera de ti.

La luz pura de cualquier momento de consciencia es la esencia misma del Buda que mora en tu interior.

La luz no discriminativa de cualquier momento de consciencia es la sabiduría de tu Buda interno.

La luz indiferenciada de cualquier momento de consciencia es la manifestación del Buda que habita en ti.

4- Sin preocupaciones

Para que los falsos maestros no te confundan y puedas alcanzar la libertad en el mundo, es indispensable que busques la percepción y la comprensión verdaderas.

Sé sencillo.

Deja a un lado toda preocupación y artificialidad. Siempre estamos buscándonos obsesivamente en los demás. Éste es un grave error.

5- La mente esencial

La mente esencial puede profundizar en lo sagrado y en lo profano, en lo puro y en lo impuro, en lo real y en lo convencional .

Pero eso no significa que podamos apropiarnos de lo “real”, de lo “convencional”, de lo “sagrado” y de lo “profano”.

La mente esencial puede designar lo real, lo convencional, lo sagrado y lo profano, pero desde lo real, desde lo convencional, desde lo sagrado y lo profano no puede atribuirse categoría alguna a la mente esencial. Cuando uses la mente esencial, utilízala sin etiquetarla.

6- Las etiquetas y la verdad objetiva

El apego a los conceptos y frases hechas utilizadas tanto en la vida profana como en la religiosa no hace más que dificultar la percepción de la verdad objetiva y el logro de la comprensión.

7- Ser libre

Para alcanzar la libertad debes conocer tu realidad auténtica, una realidad que carece de forma, apariencia, raíz, fundamento o morada, pero qué, a su vez, está rebosante de vida, responde con total espontaneidad y carece de límites.

Por eso, cuando busques la libertad te alejarás de ella y cuanto más la persigas más distante te hallarás.

8- El desapego

Deja en paz tus pensamientos y no busques nada fuera de ti. Presta atención a las cosas tal como aparezcan.

Atiende sólo a lo que surja en el presente. Despreocúpate de todo lo demás.

9- La esclavitud

Cuando digo que no existe nada en el exterior, quienes no me comprenden piensan que estoy hablando de interiorización y que el Zen consiste en sentarse a meditar en silencio. Éste, sin embargo, es un grave error.

Si crees que el Zen es un estado de lucidez inmóvil, estás reconociendo que la ignorancia es tu maestra.

10- El movimiento y la quietud

Si intentas atrapar el Zen en el movimiento, se quedará quieto.

Si pretendes alcanzarlo en la quietud, comenzará a moverse.

El Zen es como un pez oculto en un arroyo que chapotea en la corriente y se mueve con entera libertad.

El movimiento y la quietud son dos estados. El maestro Zen, que no depende de nada, utiliza a su antojo tanto el movimiento como la quietud.

Fuente: La Esencia del Zen (Editorial Kairos)

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