No hay mayor amor que el amor prohibido. Cuenta la leyenda …

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Cuenta la leyenda, que una hermosa joven, se enamoró perdidamente de un viejo aventurero del poblado.

El viejo, viajaba de pueblo en pueblo, dando a conocer sus andanzas, y la gente se acercaba para escuchar sus aventuras.

En primera fila, ahí se encontraba ella, mirándolo embelesada y escuchándolo atentamente. Sus ojos pronunciaban a gritos: mil te quieros. Al mirar a sus ojos el brillo delataba el amor que sentía por él, sin darse cuenta de que sus ojos no supieran guardar su secreto.

Él no quería entrar en ese juego del amor, la diferencia de edad le hacían sentir que estaban sometidas al juicio de la sociedad, y la gente en ese lugar era cruel y despiadada.

Así pasaban los días, lloró muchas noches el cielo, y sonrió el sol otras tantas, y entre ir y venir de sus andanzas, ella no se separaba de su lado. Nunca se besaron, ni tampoco hablaron de amor, sólo se comunicaban a través de las miradas, miradas llenas de amor, de pasión, que sin decir nada, lo dicen todo, ya que son océanos llenos de sentimientos.

Ella, en más de una ocasión le pidió marcharse con él lejos, muy lejos. Tan lejos que nadie ni nada fuera testigo de su amor, a corazón cerrado. Él le decía una y otra vez que lo que comentaba no era posible, no habría ni presente ni futuro, el paso del tiempo, la dejaría sola, pues nadie vive para siempre.

Ella llorando amargamente le imploraba que no dijera eso, que para ella no tenía ninguna importancia, el tiempo, ni la diferencia de edad, ella solo le quería a él.

Y así pasaron 1825 soles y otras tantas noches.

Un día se comentó que él se marchó muy lejos. Embarcó por un mar. Un mar que le llevaría a otras tierras; pero con tal mala fortuna que el barco naufragó,  y todos sus ocupantes murieron.

Ella jamás quiso creer que él también estaba muerto, y cada tarde, solía ir al puerto y esperaba a que regresara mientras las lágrimas resbalaban por sus sonrosadas mejillas.

Ya no pudo más con la espera, y un buen día ella decidió embarcar para ir en su busca. Cuando estaba mirando por la borda, una gran ola se la llevó y nunca más se supo de ella. Dicen que eran los brazos de su amado.

Cuentan los más viejos pescadores, que en alta mar en un lugar lejano, algunos los han visto abrazados en las profundas aguas, y han escuchado como ecos, voces de Neptuno diciendo : Te amo, Te quiero, …. Mi Amada….. y a esto ella respondía con voz de sirena: Aquí estoy por fin amado mío. Soy tuya eternamente.

Preciosa leyenda que nos enseña que existen personas que crean situaciones increíbles, exponiendo al mundo qué es lo que quieren sin importarles los demás ni el qué dirán.. solo pensando en su felicidad.

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