Descubre de lo que eres capaz. Fábula de la vaca

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Muchas veces nos aferramos a situaciones, personas o lugares que nos ofrecen cierta comodidad y  sin darnos cuenta, dejamos de lado muchos otros caminos que nos brindan la oportunidad de desarrollarnos y emplear nuestros propios recursos y habilidades para mejorar nuestro día a día.

Por lo que, apartar de nuestras vidas aquello que hemos transformado en hábito y realizar un cambio, será nuestro mejor aliado para divisar el amplio abanico de posibilidades que se nos abre a nuestro paso y que nos ayudará a descubrir la verdadera esencia que tenemos en el interior. Para acompañarte en la reflexión, compartimos con vosotros esta fábula de Camilo Cruz. Se trata de una historia de superación personal que puede ayudarte en la toma de decisiones o para liberarte de bloqueantes de tu vida.

“Un maestro Samurai paseaba por un bosque con su fiel aprendiz. Emprendieron su camino hacia los pueblos más pobres, cuando a lo lejos, vieron un sitio de apariencia muy humilde, por lo que, decidieron hacer una breve visita a la gente que habitaba en ese lugar.

Durante la caminata, el maestro le comentó al aprendiz sobre lo importante que era realizar visitas, conocer personas y las oportunidades de aprendizaje; ya que estas cosas tan sencillas, nos llegaban a brindar muchísimas experiencias. Llegando al lugar confirmó la pobreza del sitio: sus habitantes, una pareja y tres hijos; todos vestidos con ropas harapientas y sin calzado; y en cuanto a la casa…, poco más que un establo de madera…

Se acercó al señor de mayor edad, supuestamente el padre de familia, y le preguntó: “En este lugar, donde aparentemente no existen posibilidades de trabajo, ni comercio, ¿cómo os la ingeniáis para sobrevivir? A esto el señor contestó: “compañero, nosotros tenemos una vaca que da varios litros de leche cada día. Parte de la leche que obtenernos la vendemos o realizamos un trueque por otros géneros alimenticios en el pueblo vecina, y con la parte sobrante producimos queso, cuajada, etc., para nuestro propio consumo.  Y así es como vamos sobreviviendo.”

El maestro agradeció la información recibida, examinó el lugar durante unos segundos, se despidió del señor y su familia y se marcharon. A mitad de camino, el maestro se volvió hacia su discípulo y le ordenó lo siguiente: “Coge la vaca la familia, llévala al precipicio que encontrarás allá enfrente y empújala por el barranco.”

El joven, impresionado por las palabras del maestro, le miró y le respondió que cómo iba a realizar tal hazaña cuando sabía que la vaca era el único medio de subsistencia de aquella humilde familia. El maestro no medió palabra, permaneció en silencio, y el aprendiz cabizbajo fue a cumplir la orden encomendada.

Cogió la vaca del cobertizo, la llevó al precipicio y empujó la vaca viéndola morir. Aquella dantesca escena, junto con el cargo de conciencia por la situación en la que había dejado a la familia, quedó grabada en la memoria del joven durante muchos años.

Un día, el joven que no podía soportar con la carga del sentimiento de culpa que tenía por lo realizado, decidió regresar a aquel lugar. Sentía la necesidad de confesar a la familia lo que había sucedido, pedirles perdón y ayudarlos en cuanto en sus manos estaba.

Dicho y hecho. A medida que se aproximaba al lugar, veía todo muy cambiado, el lugar estaba lleno de árboles frondosos, y al fondo una preciosa casa con un coche aparcado en la puerta y los niños jugando en el jardín.

Al ver ese paisaje, el joven se sintió triste porque no se podía quitar de la cabeza que probablemente después de que aquella humilde familia perdiese su medio de supervivencia, la vaca, hubiesen tenido que vender sus terrenos para sobrevivir. Al llegar a la casa, el joven fue atendido por un hombre muy simpático al que pregunto si sabía qué había sido de la familia que había vivido allí hacía aproximadamente unos cuatro años..

El señor con una sonrisa le respondió que seguían viviendo allí. El joven entró corriendo en la casa y corroboró con sus propios ojos que ciertamente era la misma familia que visitó en su día con el maestro.

Entre tanta felicidad y atónito por lo que estaba viendo, le preguntó al señor “¿Qué ha pasado para conseguir mejorar este lugar y cambiar completamente de vida? ¿Qué han hecho?”

El señor orgulloso de lo conseguido le respondió: “Nosotros teníamos una vaca, tal y como sabrás. Un día cayó por el precipicio y murió. Entonces, nos vimos en la necesidad de innovar, de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades, haciendo uso de nuestro propios recursos, que ni siquiera sabíamos que teníamos. Y así, llegamos a la situación de ahora. Llegamos a alcanzamos el éxito que puedes ver con tus ojos”.

¿Y en tu vida que son “vacas”? Seguramente, tengas una vaca que te proporciona algún beneficio para tu supervivencia, pero que a la larga nos pueden llegar a hacer dependientes de ellas y nos obstaculizan, no dejándonos avanzar, limitándote a la rutina de dejarte llevar, teniendo el pensamiento de “peor es nada”. ¿Tienes localizadas las vacas tu vida? ¿Estás dispuesto a tirarlas por el precipicio?

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