Abres los ojos, miras a tu alrededor con un poco de pereza, sientes un peso en tu cuerpo el cual solo te produce un deseo: quedarte postrado en la cama todo el día.

Pasa que ya no eres un chiquillo que puede decirle a mamá que no quería ir al cole porque te duele la panza o la cabeza (aunque sea mentira) o cuando te quedabas enrollado porque estaba lloviendo… esos tiempos han pasado, la verdad los recuerdas con melancolía.

Debes darte prisa, pues llegarás tarde al trabajo. Haces toda tu rutina, esa rutina diaria antes de ir a pasar al menos 8 horas en un lugar donde ya dejaste de sentirte cómodo, donde tu cuerpo sigue sintiéndose pesado porque tu mente sabe que ya no quieres estar allí.

Reflexión: Tiempos difíciles requieren introspección 1

Y así pasan tus días,

si te preguntan que cómo estás respondes “bien”, no sin antes soltar un resoplo o un suspiro. Ya no te sientes igual y tus amigos lo notan pero no se animan a preguntar si de verdad estás bien porque anteriormente te enojaste.

Miras el pasado con ojos de tristeza, y en el corazón existe un alarido perenne. Nada parece hacerte sentir feliz, ni siquiera ese ascenso que te acabas de ganar. A veces solo quisieras escapar, huir y no volver jamás.

¿A dónde te has ido?

Al parecer eres un nómada de la vida, tu alma se ha perdido entre las demás que han perdido su sentido en este plano terrenal.

Caminas sólo por inercia y te comunicas si tuvieses un discurso ya prediseñado, no importa quién sea, siempre tu discurso es el mismo. Ya no quieres conocer a nadie tampoco.

Una pandemia arrasa con todos los sueños del mundo, paraliza a todos. Al principio te sienta bien pues hace ya tiempo querías pasar más tiempo en casa, descansar un poco, tomarte ese café con más calma, leer un libro, ver una serie, darte un baño y sentir cómo el agua caliente fluye por todo tu cuerpo. Hace ya tiempo que querías estar un poco más contigo mismo.

Los días van pasando y despiertas más tarde de lo acostumbrado, te sientes más relajado, has podido nutrir tu mente de otras cosas que no habías hecho quizá en 10 años dónde te dedicaste a todos menos a ti mismo.

Tal vez has meditado, has pensado en cambiar tus hábitos alimenticios, quizá has iniciado una rutina de ejercicios porque crees que de esta forma podrás sentirte mucho mejor.

Pasan los días, continúas sintiendo que te va bien esta pausa mundial.

Un día vuelves a despertar, ya te has aburrido de estar en casa, sientes un vacío similar a cuando estabas en ese trabajo que no disfrutabas, con gente con la que no tenías química, haciendo cosas que no te daban ánimo.

Te has quedado en Stand-By, ya ni siquiera haces ejercicios, solo despiertas cada día y te quedas viendo el techo por al menos una hora. En realidad no piensas nada en especial, revisas tu celular y las redes están bombardeadas de casos, estadísticas, negatividad y esa pesadez que inundará pronto tu mente de sólo miedo y tristeza.

Al caer el ocaso, te asomas en esa ventana que nunca te había llamado demasiado la atención. El cielo te demuestra un espectáculo de colores, sientes algo extraño en tu pecho…

¿Felicidad?

Recuerdas que de niño te gustaba pintar, y ese atardecer realmente te ha marcado así que le dedicas un óleo. Toda esa emoción la has impregnado en aquel cuadro, que aunque no es de la talla de Picasso, te sientes orgulloso de haber plasmado aquellos colores del cielo.

Esa noche sientes más ligero tu cuerpo, y duermes con una sonrisa en tu boca. Esa noche descansaste lo que no has podido en toda tu vida.

Al día siguiente, recuerdas ese bello atardecer nuevamente, y sientes la necesidad de escribir todo lo que te ha producido ver aquel hermoso juego de colores. De repente, te desvías un poco y empiezas a escribir todo aquello que te ha hecho sentir feliz aunque sea en mínima proporción.

De cierta forma, se enciende una chispa dentro de ti que te inspira y motiva a querer buscar más razones por las cuales te has sentido feliz genuinamente. Luego, repasas con un poco de dolor en el pecho aquellas situaciones que te mantuvieron estresado, con ganas de llorar, aquellos días donde te despertaste con un peso en el cuerpo, cuando caminabas a donde quiera con desgano.

Sin darte cuenta, tienes más de 3 horas reflexionando sobre tu vida, lo que has hecho de ti… o más bien, lo que han hecho de ti.

¡Ya basta!

Has analizado lo suficiente, ya te has dado cuenta cuál es la raíz de todo ese desazón por la vida. No se trataba sobre tener dinero y estar estable: más bien ser feliz.

¿Cómo ser feliz? He ahí el dilema de todos, solo que nadie se da cuenta que para cada uno el concepto cambia según su sistema de creencias, pero no es tan difícil encontrar las pistas:

  • ¿Qué cosas te hacen sentir bien?
  • ¿Qué es aquello que siempre has deseado hacer?
  • ¿Qué querías ser cuando eras niño? ¿Hay algún hobby que consideres es aquello que te enciende el alma?

Te acuestas, y aunque el mundo aún esté paralizado, sabes que mereces darle play a tu vida.

Antes de caer al mundo onírico, escuchas una voz que te dice:

“No importa a dónde vayas, ni con quién estés, ni lo que hagas… si no estás conectado contigo mismo, y esas pequeñas o grandes cosas que te llenan de alegría, nunca estarás viviendo de verdad. Permítete volar un poco más allá de las rutinas, sonreír más, hacer aquello que te plazca, verás como así todo fluye mejor”

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here