Posiblemente conozcas la famosa fábula de la cigarra y la hormiga, esa en la que cuando llegaba el verano la cigarra se dedicaba a disfrutar a tope mientras la hormiga recogía alimentos para cuando llegara el invierno.
Y desde pequeñitos se nos enseña el valor del trabajo duro y de la previsión y se encargan de que la moraleja de la historia nos recuerde que si no seguimos esta filosofía las cosas se nos van a poner muy feas…
Pero ¿de verdad en esa historia la inteligente es la hormiga? ¿De verdad es moralmente superior, como nos quieren hacer creer, cuando el final de la historia nos muestra como condena a la alocada cigarra, a una posible muerte por inanición?
Os diré como interpreto el mensaje que llevan generaciones lanzando a los niños.
“Disfrutar del momento está mal, siempre debemos estar pensando en el mañana, acumulando provisiones para lo que vendrá después. Y como te lo has ganado, que para eso has trabajado duro, disfrutarás en tu cueva de lo que recogiste, y si alguien que se dedicó a vivir el momento viene a pedir tu ayuda, estás en todo tu derecho de ser soberbio, negársela y que cargue con las consecuencias…”
Que feo, ¿no?
Y como estamos en verano toca reflexionar, porque lo cierto es que el invierno llegará, y lo cierto es que si para entonces seguimos vivos (algo que nunca podemos saber con exactitud) necesitaremos algunas cosas…
La cuestión es ¿qué es lo que necesitaremos de verdad para pasar el largo invierno?
A mí se me ocurren unas cuantas cosas y la comida ciertamente no ocupa un lugar prioritario en mi lista.
En la oscuridad del invierno necesitamos luz, pero no una luz ajena, sino nuestra propia luz, necesitamos estar con las pilas cargadas, acumular vida, luz, vibraciones altas, felicidad y disfrute para iluminar las tardes sombrías del invierno que llegará.
En el frío del invierno necesitaremos abrigo, el abrigo de compartir un café calentito con alguien que nos abrigue el alma, porque ni el mayor fuego puede calentar un corazón helado y solitario.
Y cuando alguien pretende compartir contigo un momento de calidez, de abrigo, no necesitará que le obsequies con los productos más caros que te puedes permitir por tu duro esfuerzo, es tu propio calor el que anda buscando, es el brillo de tus ojos, que emana de la felicidad acumulada, lo que hace que las personas quieran estar contigo.
Es más, si en un despiste, si mientras acumulabas en ti luz, felicidad y calor humano, olvidaste recoger víveres, te puedo asegurar que siempre encontrarás a alguien que quiera compartir los suyos contigo durante el frío invierno.
Y si al llamar a alguna puerta te encuentras con una hormiga soberbia que se niega a compartir sus alimentos contigo, no te lamentes, porque no merece la pena compartir tu luz con quien vive apegado a la oscuridad, con quien castiga al otro por osar a ser feliz, cuando él se tragó hasta el mango el cuentito de que sólo se puede vivir mediante el duro esfuerzo.
Es el rencor de no vivir su propia vida lo que vierte sobre ti.
Ambos bichitos son maestros el uno del otro, porque el gran error de la cigarra fue no poner consciencia en el disfrute, quemar la vida sin agradecer cada momento maravilloso y atesorarlo para cuando la vida no te los ofrece, y es por ello que al final de la historia se arrepiente de su falta de previsión.
Ambas se equivocan cuando no saben compartir, porque nada tiene sentido cuando no compartes, ambas pecan de soberbia riéndose de la otra cuando la ven en apuros.
El gran error de la hormiga fue perderse el aquí y el ahora, no seguir el ciclo natural de la vida que te invita a disfrutar del sol, a cantar, a llenarte de energía, y caro lo pagó, porque esa insensibilidad que muestra al final de la historia, disfrazada de moraleja, muestra un corazón duro y lleno de rencor.
Así que este verano aprendamos de ambas y disfrutemos, recarguémonos, pero con consciencia, con foco, como hace la hormiga que no pierde de vista el objetivo.
Y el objetivo, amigos, es siempre, siempre, ser luz y calor para uno mismo y los demás.
